domingo, 4 de octubre de 2009

Sentimientos a flor de piel

Empiezo a escribir y no sé el qué. Por primera vez no tengo claro a dónde me llevarán estas palabras, cuál es su fin. Me dejo llevar. El bolígrafo y mi mano se ponen de acuerdo con mi cerebro para plasmar aquí solo algo de todo lo que pienso. Últimamente noto que las cosas han cambiado. Y no me refiero solo a que ahora mi lugar de estudio sea algo parecido a un hospital donde sus pasillos se convierten siempre entre clase en los corredores del metro en hora punta. Tampoco hago honor a las caras nuevas, profes nuevos, asignaturas nuevas, días nuevos. Aunque podría, por supuesto. Y cuando digo que las cosas han cambiado, tampoco quiero hacer referencia a que hemos pasado del 'leed este texto para mañana' a 'comentad este texto para mañana'. No, tampoco quiero decir eso. Los cambios van mucho más allá. Mucho más de lo que me gustaría.
El cambio soy yo. Mis últimos días han transcurrido entre silencios y pensamientos. He pasado a un segundo plano en el planeta Tierra para viajar a donde nadie puede ir. Mi yo. Siento que el mundo gira, que todo sigue su cauce natural. Que la rutina ya está aquí. La gente vive, disfruta, intenta llevar a cabo el famoso dicho Renacentista 'Carpe Diem' que volvió a resurgir entre nosotros gracias a Ronsard en una ya pasada clase de literatura. Todos quieren reir, plasmar su sonrisa a la vida, a quienes les rodea. Quieren pisar fuerte, dejar huella, que quede claro quien manda.
Parece como que todos estuvieran, como decirlo... vivos. Todos menos yo. Mientras mis compañeros disfrutan de todo, de cada momento, de cada circunstancia para gritar, saltar, esconderse en un cajón o correr por los pasillos, yo estoy más en off que nunca.
Había dejado claro que iba a empezar de nuevo, de cero. Y así ha sido. Pero mi comienzo no ha salido como yo quisiese. Cada minuto que pasa, pienso y pienso más sobre las cosas. No sé si será que las clases de Filosofía con el profesor vallisoletano están empezando a dar efecto o que yo simplemente, estoy para que me encierren. En estos últimos días he tenido que hacer un esfuerzo bestial para sacar una sonrisa, un esfuerzo casi semejante al que hago para evitar una lagrimilla. Aunque no siempre se pueda resistir. Estoy irreconocible, lo sé. ¿Dónde quedaron mis paridas sin sentido, mis ataques de risa que acababan con la cara como un tomate y el lloro de alegría? Seguramente se perdieron, al igual que mi entusiasmo para correr mientras canturreaba algo que nadie entendía, abrazar a cualquiera que se pusiera por delante, llevándose también un sono beso de regalo y una sonrisilla adicional. Todos aquellos detalles que ahora son recuerdos.
Son las 23:02 del viernes. Estoy sentada en mi cama, con la manta sobre mis piernas, 'El juego del ángel' sirviéndome como apoyo para poder escribir algo legible y la persiana bajada, para que, en cualquier momento apague la luz, cierre con fuerza los ojos y piense en que ya queda menos para acabar el día. Otro día más. Es demasiado pronto para dormirse, pero no tengo entusiasmo por hacer otra cosa. Mis padres ven una película, mi hermano se quedó traspuesto en el sofá tras la cena y yo aquí, escribiendo lo primero que se me viene a la cabeza. Sin ni siquiera pensar las palabras que estoy juntando tienen o no sentido. Cierro los ojos y pienso qué es lo que he hecho mal. En qué he podido equivocarme para acabar así. Yo, que hace una semana bailaba de felicidad y rebosaba alegría. Me gustaría saber qué me sucede y cuádo y cómo se va a acabar.
Realmente no tengo motico para encontrarme así, y sin embargo, el nudo de mi garganta se hace cada vez mayor y me impide respirar. Es como si de repente, me sintiera mal por todo lo que hecho, dicho y visto. Y por todo lo que no ha sucedido. Tengo miedo de que esta lágrima que se está formando en mis ojos, caiga. Sé que cuando esto ocurra, y no será dentro de mucho, todo se desvanecerá por completo, me sentiré peor conmigo misma de lo que ya me siento.
No quiero dejar de escribir. Ya voy por mi quinta cada del cuadernillo made for Elena 100%, forrado con papel de periódico chico. Porque sé que cuando pare, no sabré qué tendré que hacer. ¿Y si mañana me siento peor? ¿Y al siguiente día? No soy de esas personas que cuentan sus problemas a cualquiera. Dato de ello es que solo una persona sabe más o menos todo lo que me pasa, pero cuando la gente me pregunta qué me ocurre y digo 'nada', no me creen. Suena a mi típica excusa de 'no te lo quiero decir para no preocuparte', pero es verdad. No me pasa nada. Todo a mi alrededor va bien. 0 problemas. Pero la mayor y más grave dificultad soy yo. Yo soy mi único y gran problema. Simplemente yo. Yo soy mi pesadilla, mi martirio, mi obstáculo. Yo soy la puta piedra en el camino a la que das una patada y te haces daño...
Quiero acabar ya de una vez esta especie de autoconfesión, dirigida única y exclusivamente a mi conciencia. Estaría escribiendo toda la noche, pero mis dedos me piden parar. Espero de verdad, que la próxima vez que tome papel y boli sea para escribir algo más decente, más optimista. Más vivo.
Hasta entonces, aquí lo dejo. No hay ánimos para más.

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Una pequeña sonrisa a cambio