jueves, 29 de marzo de 2012

wind

De vez en cuando echo la vista atrás.
Cierro los ojos y recuerdo.
Días malos, días buenos, días mejores.
Abro los ojos y me río.
No hay nada como recordar.
Al final, cuando sólo quiero recapitular, invocar a la nostalgia, sólo aparecen las cosas buenas. Aquello por lo que luché, aquello por lo que mereció la pena. Aquello por lo que hoy estoy tan orgullosa.
Y es que sé, estoy segura, que quien algo quiere, algo le cuesta. Yo puedo predicar con el ejemplo. Estar satisfecha de lo que conseguí. De mis días de agonía, de tristeza, de desvanecimiento, de flaqueza y debilidad.
Aquellos momentos en los que pensaba en tirar la toalla, en abandonar.
No me arrepiento de no haberlo hecho.
Es más, me gusta saber que aquellas ideas desaparecieron de mí tan rápido como llegaron.
Porque sino, hoy todo esto no tendría sentido. Cada una de las líneas aquí reflejadas no serían más que cargamentos de tinta electrónica marcadas por la utopía, de lo que pudo ser y no fue.
Y luché, pero lo seguiré haciendo, porque el camino no está sino marcado con una fina línea.
Ésto sigue, ésto continúa... Ésto no ha hecho más que empezar. 




no surprises

A veces me siento en ocaso. Desaparecer del horizonte visible para pasar a la oscuridad.
Oscuridad.
Qué fácil suena decirlo, qué difícil demostrarlo. No hay nada más complicado que reflejar oscuridad, tinieblas, opacidad. 
Porque cuando todo parece luz, fulgor, incandescencia; cuando todo no es más que claridad, luminosidad...aparece la sombra. 
Cuando es tan fácil dibujar una línea clara, llena de color, de luz, de brillo...
Cuando es tan complicado no pensar que hay algo negro detrás, algo que conducirá a la adversidad, al plano contrario. 
Y es que son como dos caras de la misma moneda.
No hay luz sin oscuridad.
No hay oscuridad sin luz.
¿Por cuál decidirse? Por la más brillante.
Sin embargo, a veces todo va más allá de esa simple elección. En ocasiones veo como, sin poder remediarlo, es la hora del descenso, del fin del día, de la caída brusca y siniestra que nos atemoriza, que nos impide disfrutar por un segundo más la luz, de ese brillo que nos acompaña, que nos cobija, que nos resguarda con una tierna sonrisa.
A veces veo como, sin poder remediarlo, es la hora de la oscuridad.


lunes, 19 de marzo de 2012

ser-estar-parecer

Vuelvo.
He decidido volver, aun sin tener la sensación de haberme ido. La puerta sigue abierta por si cambio de opinión. 
Es difícil caminar con dolor de pies.
Es complicado buscar un lugar donde esconderse cuando no se sabe hacia dónde ir. 
Primero pensar, después actuar. 
Desde luego, creo que faltan razones para alcanzarme. Me deslizo a una velocidad superior a la permitida, inferior a la deseada y no puedo hacer nada para evitarlo. 
Cierro los ojos, aparto mi mente, pero todo sigue en el mismo lugar donde estaba antes. Nada decide moverse si yo no lo cambio. Y a veces dudo que pueda hacerlo, que pueda conseguirlo.
Que pueda intentarlo, o que al menos, vaya a acertar.