jueves, 29 de diciembre de 2011

tu media naranja...

...y su calcetín deshilachado. Muerte, defunción.
Recoges cada centímetro de piel resquebrajada, inútil, abandonada, para figurar potencias que radican en el último de los finos filamentos de su tela. 
Conjuntos de cable conductor unidos en escalas de mayor a menor.
De menor a mayor. 
De igual a diferente. 
Diferente. 
Resultado igual a cero.
Derrota.

sábado, 17 de diciembre de 2011

conducta no regulada

No todo está controlado. Hay partes que se quedan fuera, se consideran irrelevantes. Basura, pues.
Parece como si hubieran sido hechas para ser destruidas después. Incomprensible contradicción. Después de ejercicios y ejercicios, tiempo y tiempo de creación, desaparecen. ¿Para qué? Supongo que no hay explicación para actos tan extraños como crear-eliminar. Idea contraria a todo tipo de planteamiento finalista, económico, práctico.
Juego con lo abstracto. 
Es más divertido, dejemos todo al arbitrio subjetivo.
Aire.

viernes, 9 de diciembre de 2011

cold

He decidido volver. Vuelvo a casa por Navidad. 
Quemando el fuego bajo un frío que asusta. 
Frío invernal.
Frío que congela, pero que despierta intenciones más allá de las esperadas, si cabe decir. 
Qué tendrá el aire gélido del norte que tanto asusta.
El calentamiento global: 
Amenos e ingenuos achaques del paso del tiempo, de los milenios, de las excusas baratas para despistar y echar la culpa a quien no la tiene. 
El mundo se acabará, esos está claro. Llegará un día apocalíptico en el que el Sol, brillante e inmensa estrella colosal se acercará un pequeño milímetro más a la Tierra y...¡bam! Fin de mundo, fin de la existencia, fin del calentamiento global. 
Fin del frío. 
Y nos arrepentiremos por haber ido tan despacio y sincronizados, cuan grupo inglés paseando por Abbey Road. ¿Y qué? Si nunca nos enseñaron a saltar, salvo que lo intentáramos para luego caer. Si nunca aprendimos a volar, porque sabíamos que estaríamos condenados al fracaso. Solo fuimos enseñados a andar, caminar y no correr. Qué cansada actividad...
Dicen que si sueñas que vuelas, te espera un futuro muy afortunado. También declaran, que si caes a un abismo, te mueres. Anuncio del fin del mundo.
¿Y qué pasa si hace frío? Eso si que es una verdadera agonía. Una tremenda tortura. 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Sol de invierno y desaparecer.


Si tengo que elegir entre derecha e izquierda, prefiero la última. Entre blanco y negro, norte o sur, dependo del modo en el que mire. Entre la fuerza verbal y física, rechazaría llegar a las manos. Genética, más bien.
Entre “bien” y “mal”, me quedo con la última. No sé por qué siempre es la menos aceptada, la que implica error, imperfección y siempre va acompañada con un tono de voz humillante, con reproche y cierto aire de victoria del que lo dice hacia su receptor. Pero como yo, entre pesimismo y optimismo, siempre tiro hacia adelante, elijo lo equivocado. Quizás, porque asumo eso de que nadie es perfecto y lo incorporo a mí misma la primera, predicando con el ejemplo. Pero quedarse con el “bien” es la parte bonita. Una vez llegado a esa parte…ya no queda nada más.
Es más divertido equivocarse, intentarlo de nuevo, escuchar cómo quien pretende guiarte desquicia en su propósito, ver en sus ojos la desesperación, y mientras, mantener la afirmación de “a la tercera va la vencida”. Pero cuando la torpeza forma parte de la vida cotidiana, se sabe de antemano, que eso no será así. Sin embargo, siempre dijeron que lo que cuenta es la intención, Roma no se construyó en un día, o más vale maña que fuerza. Hasta este momento, para mí, esta última es una de las grandes excusas de mi día a día. Genética, repito.

Cristales

Cristales de otoño, vacaciones. Fuego. Si el sol brilla por su ausencia, corre. Hielo.
Agoha, desahoga. Clientela y hospitalidad. Fatal. 

miércoles, 31 de agosto de 2011

Efecto mariposa

Dicen que somos como las mariposas. Distintas, ligeras, asombrosas. Causan revuelo allí donde aparecen, alzando la vista de todo aquel transeúnte que circula absorto en sus pensamientos, robando sonrisas de niños que corretean en su búsqueda para intentar atraparlas. Pero hay que tener cuidado. Un solo roce a sus delicadas alas y dejarán de volar, se perderá su polvo mágico. Nosotros, sin embargo, no tenemos esas partículas tan fantásticas que nos permiten tocar el cielo, pero estamos dotados de ilusión, esperanza, ganas de conseguir. Lograr sueños, deseos, aspiraciones, fantasías. Y todo ello se puede alcanzar. Una sonrisa y un puñado de entusiasmo bastan para brillar y hacer brillar. Para conseguir doscientos tres deseos de felicidad inmediata.
Pero opinan que somos como las mariposas. Viajeras, intrépidas, buscadoras de lo desconocido. No permanecer ni un instante en el mismo emplazamiento, por miedo a que desaparezca, por temor a perder segundos en investigar nuevos lugares, a veces también nos caracteriza a nosotros. Ellas vuelan, surcan los cielos, dejan que el viento les golpee su pequeña estructura. Nosotros corremos, atravesamos ríos sin miedo a mojarnos, carreteras, pasadizos, puentes levadizos para conocer nuevas circunstancias, nuevas experiencias.
Compartimos con las mariposas ese famoso efecto que consigue que un leve aleteo en Londres desemboque en una gran tormenta en Hong Kong.
No subestimemos a lo que consideramos pequeño. Insignificantes pasos marcan una gran diferencia si trabajan en equipo, si se compenetran a la par.
Hay quien asegura que no somos tan distintos a las mariposas. Estos pequeños insectos nacen de unos reducidos huevos en forma de orugas. Alargadas y precisas en sus habilidades. Dispuestas a alimentarse, crecer y transformarse. Ocultas en apéndices sedosos a la espera de una conversión de 180 º. Metamorfosis. Después, aprovechan cada instante para trabajar, alimentarse, relacionarse, divertirse... Y nosotros, pequeñas mariposas con sentido común, vivimos al límite, lo intentamos o lo buscamos para exprimir cada resquicio del planeta, hacerlo nuestro y comernos el mundo, como si de simple néctar se tratara. Y si algún gran depredador se planta frente a nosotros, nos guiña un ojo y nos dice: ″Eh, tú, eres mi comida”, nosotros con aires de superioridad, tragando saliva, sacando pecho y dejando momentáneamente de respirar, respondemos: ″Eso será si logras alcanzarme”.
Las mariposas no tienen una esperanza de vida de 66 años. Dudo que algunas superen los 30 días. Eso nos diferencia a ambos.
Sin embargo, el tiempo es relativo. Y a veces, las cifras, no son más que eso. Números. Así que, ¿por qué no dejamos de mirar la hora y echamos a volar?

Hay más de 165 mil especies distintas, todas únicas entre ellas. En fin, dicen que somos como las mariposas.

jueves, 21 de julio de 2011

Fuerza bruta

Licencia cero para anidar en los brazos del fuego corrosivo. Ángeles que dormitan en los susurros del aire. Vive para vencer. Lucha. Dos palabras y muere de tedio. Suspira. Todo acaba, cierra los párpados y vuela con purpurina. Nace de nuevo. Un minuto más. Juega, ajedrez, damas. Jaque mate. Tocado y hundido.

Romper a reír o a llorar

Créate y créanos.
Al aliento le gusta el olor a primavera y al viento el susurro de las amapolas. Permanecen si cuento hasta diez, se cautivan, me cautivan, se desvanecen.
Cuento de hadas, historias de tres. Sueños, juegos, acciones demacradas, final feliz.
Sabores infinitos de color púrpura amenazan con escapar. Largarse fuera de las líneas que dividen el terreno pálido de la baldosa. Forman el escudo humano que paraliza la sintaxis compleja del "sí". Sé valiente, rompe fronteras. Ata, vuelve. Fuera de aquí. Fin.