viernes, 9 de diciembre de 2011

cold

He decidido volver. Vuelvo a casa por Navidad. 
Quemando el fuego bajo un frío que asusta. 
Frío invernal.
Frío que congela, pero que despierta intenciones más allá de las esperadas, si cabe decir. 
Qué tendrá el aire gélido del norte que tanto asusta.
El calentamiento global: 
Amenos e ingenuos achaques del paso del tiempo, de los milenios, de las excusas baratas para despistar y echar la culpa a quien no la tiene. 
El mundo se acabará, esos está claro. Llegará un día apocalíptico en el que el Sol, brillante e inmensa estrella colosal se acercará un pequeño milímetro más a la Tierra y...¡bam! Fin de mundo, fin de la existencia, fin del calentamiento global. 
Fin del frío. 
Y nos arrepentiremos por haber ido tan despacio y sincronizados, cuan grupo inglés paseando por Abbey Road. ¿Y qué? Si nunca nos enseñaron a saltar, salvo que lo intentáramos para luego caer. Si nunca aprendimos a volar, porque sabíamos que estaríamos condenados al fracaso. Solo fuimos enseñados a andar, caminar y no correr. Qué cansada actividad...
Dicen que si sueñas que vuelas, te espera un futuro muy afortunado. También declaran, que si caes a un abismo, te mueres. Anuncio del fin del mundo.
¿Y qué pasa si hace frío? Eso si que es una verdadera agonía. Una tremenda tortura. 

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