martes, 20 de octubre de 2009

Lluvia

Violín y partituras en mano. Capucha de sudadera sobre la cabeza. Auriculares y música encendida. Camino a paso rápido por la calle, preocupada por estar mojándome, porque se pueda estropear la funda de mi instrumento. Acelero el paso, siempre con prisas. Es mi excusa para no pensar. Veo como las gotas se resbalan y se estampan en mí. Una tras otra, sin remordimientos.
De repente me paro, me quedo quieta mojándome aún más mientras me digo: '¿Por qué corres? Asume todo lo que pasa, no huyas, no corras, enfréntate a lo que de verdad piensas, a lo que se te pasa por la cabeza. Disfruta de la lluvia'.
Entonces miro al cielo, viendo como las gotas se estampan en mi cara, resbalando por las mejillas, hasta perderse en el asfalto. Me dijo en las nubes grises, cubriendo todo el cielo azul. En ese momento, me suento como él, llena de oscuros obstáculos que impiden ver mi luz. Todo lo que soy queda eclipsado por unas grandes nubes grises. Me siento como una tormenta en pleno invierno. De esas que en un instante, sin previo aviso, comienza a granizar con mucha intensidad. Tu paragüas, preparado para la lluvia no lo soporta y tienes que resguardarte o echar a correr. Yo me siento como esas tormentas que los truenos y los rayos asustan, pero sabes que están lejos.
Yo soy como esas tormentas, que ves mientras estás en la habitación y no te imaginas cuando se va a acabar.
A veces es bueno que llueva, granice, que haya una tormenta. Está bien ver algo nuevo, diferente a otros días. Lo malo es esperar a que cese, porque te mueres por hacer miles de cosas, que no puedes hacer debido a las circunstancias.
Por tanto, solo queda esperar. Esperar a que cese la tormenta y que a la niña que solo sonreía, s le vuelva a iluminar la cara.

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Una pequeña sonrisa a cambio