jueves, 8 de octubre de 2009

Lope de Vega

Entre comentarios de texto, sonetos, elegías y serventesios se pasan las horas de clase. La mayor parte de los adolescentes que comparten aula conmigo dicen que es 'un coñazo'. ¿Para qué me sirve a mi todo esto? Pensarán unos cuantos. Pero a mí me gustan. Sí, me gusta Lengua y Literatura. Más literatura que lengua, para que engañarnos. Aun así, fue, es y - espero- será una de mis asignaturas favoritas. En los minutillos que nos regala nuestro simpático y risueño profesor, mientras muchos aprovechan para hablar, acabar los últimos ejercicios de alguna asignatura o simplemente, seguir durmiendo, yo me deslizo hasta la página 310-311 para verle a él. Para leerle más bien. Dentro de una situación claramente Barroca. Sí, esa fantástica época que yo había renegado, musicalmente hablando, debido a su sobrecarga, pesadez y perfección, donde su mayor protagonista era un tal Bach. Sí. Mi gran amigo Johann Sebastian Bach. El mismo. Sin embargo hay algo entre esas páginas que me hace olvidar mi rara relación con el Barroco. Algo que me envauca, me atrae. Algo que me incita a leer esas líneas una y otra vez...
Esas líneas. Esos tres sonetos y el romance con rima asonante. Esas majestuosas obras del grandísimo Félix Lope de Vega:

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.
Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
«Sólo sé que no sé nada»,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
,otros por carta de menos.
Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los estraños,
y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?
Todos andan bien vestidos,
y quéjanse de los precios,
de medio arriba romanos,
de medio abajo romeros.
Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento;
y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.
Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.
Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas crucesha
ya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
¡Oh, bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.
Fea pintan a la envidia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir,
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones ni pleitos;
ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni Pascuas dieron.
Con esta envidia que digo,
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.



Lope de Vega



Demasiado hermoso para poner el pequeño fragmento de la página 311, Libro de Lengua castellana y Literatura. 1º Bachiller.

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