martes, 12 de enero de 2010

Purpurina en tus manos

Frente al espejo se obsevaba de arriba a abajo. Quería estar guapa, ponerse sus mejores atuendos y su más espléndida sonrisa para salir a la calle, para demostrar al mundo que quería sonreir. Pero también para verle a él.
Directa o indirectamente le quería enseñar lo mejor de ella misma. Se pasaba horas con el secador y el pintalabios en la manos solo para llamar su distraída atención. Para decirle que aquí estaba ella. Solo para él y para sus ingenuos ojos que poco o nada sabía de los sentimientos de la chica. Ella no quería declararse. Ni siquiera insinuarlo. Solo pretendía que él girase su cabeza cuando ella pasaba a su lado, con una pequeña sonrisa, de esas que dejan ver los dientes.
Ella salió de casa, con sus mejores intenciones, con una pequeña ilusión. Con la esperanza de que quizás él le saludase, le dijese 'qué tal'. Sin embargo, sus miedos e incertidumbres ganaron de pronto la batalla a sus ilusiones. Se veía inferior, poca cosa. Eso le causaba una derrota hacia ella misma y hacia la visión de los demás. Y la de él.
Tiró la toalla antes de comenzar la partida. No se quería. No se dejaba querer. Dejó esas pequeñas mariposas que revoloteaban en su interior guardadas en un pequeño cajón, impidiéndolas salir. Volar. Y con ellas, la muchacha también quedó rezagada en la carrera y cuando a penas había salido del portal ya estaba retrocediendo, volviendo a abrir la puerta, con la derrota en los ojos. Con la partida prácticamente sin empezar. Se quitó rápidamente las ropas y con una toallita mojada limpió su cara de todo aquel maquillaje. Con ayuda de una goma, se recogió el pelo en un trapajoso moño. Tiró sus ilusiones por el retrete al tiempo que volvía a sus películas de sofá y helados de chocolate. Y se conformó con una retirada, quedarse con un seguro 'no' en lugar de luchar por algo más positivo.

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Una pequeña sonrisa a cambio