Soy una filósofa frustrada. Me habría gustado trabajar entre el mundo ontológico y la verdad metafísica. Entre lo sensible y lo inteligible. Pero decidí camuflarme en el universo de las leyes. Valiente inconsciente. También, una vez, soñé con dominar el mundo de las letras y volverme loca con la más extraña de las sintaxis. Pero decidí que no fuera así.
Escogí, como una de tantas veces en mi vida. Quizá me equivoqué. O puede que no. Aun así, A implica B, y a cada causa su consecuencia.
Consecuencia que se acepta o no. Pero está. Permanece con su frágil sutilidad invitando al desconcierto, al deseo de desesperar y a las ganas por sobrevivir. Y no por ello, al cerrar los ojos ya no estará. Si se elige algo, hasta el final.
Y no hay más.
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