miércoles, 11 de noviembre de 2009

-Y de ese modo el león se enamoró de la oveja.

Sin embargo, en esta historia, no había león ni oveja. Ni oveja ni león. No había ser superior. Nadie más adelantado en la cadena alimenticia y mucho menos, sentimientos correspondidos. Solo estaba ella. Ella y su recuerdo hacia él.
La chica pensaba en ese muchacho, gastaba cada segundo libre para dedicarle un pensamiento, un suspiro, una sonrisa. Le seguía con la mirada cuando le tenía cerca, le añoraba cuando estaba lejos. Le recordaba feliz, triste, sorprendido. Permanecía constante en su mente...
Quería sentirle a su vera a cada instante. Saber que iba a estar con ella, en sus peores momentos, cuando tocara llorar y además reir.
Pero eso formaba parte de su única fantasía, alejada como tal de la realidad pura y dura. Esta realidad mostraba que él no compartía sus mismos sentimientos. No le correspondía.
No le brillaban los ojos cuando hablaba con ella. No se le escapaba una media sonrisa cuando mantenían conversaciones poco o muy importantes, ni deseaba que el tiempo se detuviese para toda la eternidad y así poder sentirla cerca. No estaba deseando que llegara el momento de volver a verla, ni maldecía a la vida porque pasaría días sin saber nada sobre esa muchacha.
No.
No ocurría nada de eso. En esta historia, puramente real, el león no se plantea enamorarse de la oveja. Ni siquiera sabe que existe. Prefiere mantenerse con los de su mandada. Limitarse a no complicarse la vida. Quedarse con ofertas mejores que con un simple animalejo débil y feo.
Por el contrario, la oveja tiene que conformarse con admirar al león. Suspirar por él. Pero siempre bajo el anonimato. Sus sentimientos quedan supeditados a la realidad. Este peludo animal se tiene que conformar con la jerarquía de su cadena alimenticia, resignándose a comer hierbas, manteniéndose siempre bajo un perímetro de seguridad, sabiendo dónde están sus límites y asumiendo, no comprendiendo, que no puede fijarse en un animal así, está fuera de su alcance.
En esta historia no hay león ni oveja. Ni oveja ni león. Solo la chica que tiene que conformarse con sentir aquel aroma, aquel calor, aquella lejanía.
Ella tendrá que admitir ese tan odiado “solo amigos”.

-¡Qué oveja tan estúpida! - musité.
- Qué león tan morboso y masoquista.

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Una pequeña sonrisa a cambio