jueves, 27 de mayo de 2010

Tierna y dulce historia de amor.

Si pudiera, congelaría el tiempo. Atrasaría todas las manecillas de los relojes para disfrutar una vez
Con tanto y con tan poco...
Y si yo lo creía perdido, las ganas de revolución aparecen con más fuerzas. Los restos del cansancio quedaron bajo tierra, ahí es donde deben estar.
Lo mío está agrupado también en pedacitos de canción con nombre y apellido propios. Volemos lejos. Atravesemos el cielo azul sideral fuera de cualquier mirada o comentario. Dame la mano. Es un viaje largo, pero no sentirás ni un ápice de esas duras turbulencias. Espero que no tengas miedo a las alturas. No estaría bien borrar esa sonrisa de niño bueno de tu cara por culpa del vértigo.
Puedes cerrar los ojos, vamos a despegar en un segundo. Y no volveremos.
Hay un mundo nuevo que nos espera, creado únicamente para nosotros. Elegí tropezar en tu regazo para tocar el cielo y jugar a enloquecer. A permanecer en el paraíso de la eternidad. De tu eternidad conmigo. De mi maravilla contigo.
Nuestra locura hecha una. Inseparable y compacta. Como mi brillante emoción. Quiero tenerte cerca, que me mires atontado y suplicarte una continuación. Una prórroga para mis sentidos.
Agárrate fuerte. Esto no ha hecho más que empezar.

2 comentarios:

  1. Leí la entrada anterior, y me parece que éste viaje etereo sea una buena continuación, un levantarse de la caída.

    Saludos

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  2. ¡¡Qué ánimos infunde tu prosa!! como a una mañana gris y lluviosa la calienta repentinamente el sol. Un abrazo

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Una pequeña sonrisa a cambio