jueves, 7 de enero de 2010

Estilo libre

A veces, lo más sencillo, es lo más acertado. Una fijación complicada y absurda hacia algo innacesible viene a ser una pérdidad de tiempo. Una triste obsesión que supera los límites marcados de poco o nada sirve si no es para un dulce martirio. Por lo que, tal vez, bajo un sencillo estilo libre, sin ataduras, sin limitaciones ni imitaciones, esté el acierto. La complejidad de las circunstancias puede volverse un juego de niños cuando las nubes negras formadas sobre los tejados, impidiendo el resplandor de una estrella, se alejan. Cuando un fuerte maremoto con intención de arrasar mar y tierra, queda en una simple marejada y el temor a ser arrastrados, a morir bajo unas aguas enfurecidas, a ser mojado por la fuerte tormenta, desaparece. Simplemente hay que prestar atención a lo sencillo. A todo aquello que siempre ha estado allí, invisible pero localizable, visible pero escondido, como un nido de cigüeñas sobre el campanario de una iglesia, como la sonrisa de un niño.

Y lo sencillo hace crear, festejar. Brillar. Lo sencillo y ligero acerca los detalles más superfluos pero importantes con una sencillez única y característica de lo temiblemente complicado. De lo innacesiblemente imposible, inalcanzable.
Lo sencillo está, aunque los ojos miren hacia otra dirección. Aunque no haya luz, ni oscuridad. Ni la oscuridad de las luces. Ni las luces de la oscuridad. Lo sencillo permanece, ayuda a ayudar. Ayuda a continuar. Guía el camino trazado, la senda borrada, el atajo dudo de la realidad. Lo sencillo es fiel a su esencia, a su existencia. Lo sencillo es así. Insultantemente fácil, ligeramente complicado. Poco predecible, fiablemente presente. Sencillamente genial.

1 comentario:

Una pequeña sonrisa a cambio